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  • Valeria Serna Góngora

Mi llamada Semana Santa

Aquí vamos con el nuevo episodio, o quizás temporada de la fecha. Aún me recorre el indispensable sentimiento de saber cómo llamar este comienzo de siete días. El inicio más aclamado y rodeado de los gritos de unas suplicas, desesperadas de mi supuesto sano interior.


Hace mil días aproximadamente me posé para hablar con el señor sobre el caso que sólo él podría entender. Abrí mi corazón e indagué entre mis sentimientos para narrarle tan asfixiante historia que estaba protagonizando. Así que sí, hace no sé cuántos días fui dichosa de gozar de tal destello inefable como el que provoca su presencia. Notarlo es la vista más cautivadora que he podido acechar. Sin duda, la vista del amor, la compañía, seguridad y la voluntad de Dios. El mismo brillo lo he estado esperando desde hace… bueno, ya perdí la cuenta.


Supongo que es normal sentirlo lejos o cerca. Lo cierto es que mi única realidad la entiendo ahora, ahora que he decido sobre mí y por mí, ahora que sufrí acompañada de la profunda y perversa soledad, ahora que se aclaran mis días y desaparecen las pesadillas. Pues así me siento, como la flor que crece para adornar el jardín, pertenecer y cuidar de él. Nuevamente seré dueña de mi vida – Sé que esto me lo ha dicho él-.


Siguen los días de mi llamada Semana Santa. Viajé por los escombros del recuerdo para refrescar por qué renuncie a la repugnante vida que estaba contemplando aceptar. Por fin termino de entender cada palabra, lágrima y sollozo de mis noches anteriores: un helado sentimiento intrincado entre el cuerpo y el alma, sin la más mínima idea de cómo terminar con él.


La noche del primer día cerré los ojos con la fuerte esperanza de que hoy tendría la bella imagen de mi familia unida en tradición. Afortunadamente el caos y la esperanza me han enseñado que las cosas no siempre suceden como queremos. Parece que aún no tengo aliados para dedicarle amor y respeto a la Semana. Las horas seguirán, pero me pregunto qué tan ideal sería reencontrarme con la familia para esta época y recordar el verdadero significado de la unión, así como lo promueve la fecha. Las últimas palabras que tengo para dedicarle a esta hora de la noche, en el último momento del día: "conservo la ilusión y la promesa de unir el nido y agradar la fecha".


Ahora, está por culminar la fecha. Las últimas horas que he tenido y las que se avecinan decretaran el cierre de mi Semana Santa. Los sentimientos conmovidos susurran a mis oídos y espalda, me ubican entre el miedo, la tristeza y la esperanza; quizás me demuestran como han sido los últimos incontables minutos y la probabilidad de los próximos.


Como dicen: “me comieron la lengua los ratones”. No conozco el sonido de las palabras para expresar lo que siento, pero mis intenciones te dicen todo y mis letras te transportan a mi lugar. Aún sigo sin escuchar el arrullo de mis vecinos del barrio, sin percibir la película en el televisor y sin mirar a mi alrededor angustiado por asistir a la iglesia; pero lo más impresionante es que aún no se refleja el esfuerzo de aparentar ser una familia completa y sanamente unida.


He decidido confiar en la voluntad del señor. Por ello, a pesar de las fuertes, frías y recientes tormentas, estoy padeciendo de una hermosa y serena tranquilidad; aquella que me acompañará por el resto de la vida, que compartirá mis alegrías y tristezas, bajo la voluntad de Dios.


Sé que mi renacimiento será fortaleza para prosperar y llegar a la cima con la divina compañía. Mi cura es el perdón, mi progreso es su voluntad y el diágnostico se queda en mi llamada Semana Santa.


Escrito para Línea Prensa Gescom - El Ágora. Todos los derechos reservados.




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