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  • Jordy León Bejarano

La dictadura del clic

En el pasado, los medios se percibían a sí mismos como los portadores de la noticia, los que decidían qué hechos realmente eran noticia y quienes mantenían a su audiencia informada sobre los temas más importantes de la actualidad. Incluso había directores de redacción que tenían la arrogancia de decir que, si su medio no lo decía, entonces no era noticia.


Cuando internet y sus nuevas dinámicas tocaron a su puerta, estos arrogantes reyes de la noticia descubrieron que había un nuevo monarca en el terreno, que su nombre era clic y que ahora debían competir fuertemente para ganarse su gracia, porque ahora era él quien decidía qué era noticia y qué no.


En su afán por ganarse los clics de tantos lectores como fuese posible, los medios de comunicación se vieron obligados a hacer una transición hacia la digitalización de sus contenidos; a aprender cómo utilizar las palabras clave para aparecer en las búsquedas de su audiencia, y sobre todo a producir tanto contenido como fuese posible sobre los temas más leídos en su sitio web.


En la actualidad, pareciera que los criterios de noticiabilidad propuestos por figuras tan ilustres del periodismo como Carl Warren o Stella Martini están subordinados a lo que marcan las métricas de una página web. Por sí misma, esta situación no es un problema. A fin de cuentas, la gente se sigue informando, y ahora puede tener acceso a más contenido sobre las temáticas que le interesan, ¿verdad?


Podría parecer que es así. Sin embargo, cuando la producción de información en un medio se basa muy fuertemente en las temáticas que generan más clics en su página web, se corre el riesgo de saturar al usuario con un mismo tema pensando que “eso es lo que espera encontrar” o de darle más espacio a una información que a lo mejor no tiene el vuelo que se le pretende otorgar.


Para la muestra, un botón. El 26 de julio del presente año murió Darío Gómez, cantante de música popular, a quien se le conocía como el Rey del despecho. Era un hombre sumamente apreciado, tanto en el mundo de la música como fuera de él, por sus fanáticos, e incluso por quienes disfrutaban de su música ocasionalmente.


Por lo tanto, es claro que su muerte causaría un revuelo mediático impresionante, y así fue. Si tecleamos las palabras clave Darío Gómez en Google Noticias, podemos encontrar cubrimientos periodísticos muy bien realizados sobre su muerte, perfiles sobre el artista, las reacciones de otros cantantes de su género, e incluso las del público. Todo es información noticiosa relacionada con el artista fallecido.


La cuestión aquí es que cada medio no tiene una o dos notas al respecto. Realizando un rastreo de medios como Infobae América, El Espectador, Revista Semana, El Tiempo o El Colombiano, hay artículos hasta para dar y prestar sobre la muerte del cantante.


Los primeros son los que aparecen en la página de Google, pero luego es posible encontrar entradas redundantes. La crónica del sepelio, las imágenes del sepelio (que muchas veces son las mismas que ambientan la crónica), el vídeo del sepelio, los asistentes al funeral, los que no pudieron asistir, e incluso llegué a encontrar una nota en El Espectador con el mismo vídeo del funeral que ya estaba en un artículo previo del mismo medio, pero que se preguntaba por qué la esposa del artista se veía “furiosa en medio del sepelio”.


Solo hay que entrar a los portales de cada medio para comprobar cómo están saturados de información que en muchas ocasiones resulta redundante y parece sólo estar ahí para llenar la cuota de noticias que debían escribir sobre Darío Gómez, para aprovechar bien los clics que iban a llegar por parte de sus fanáticos y los curiosos que no eran adeptos a su música, pero querían enterarse de lo ocurrido.


Habrá quien me refutará diciendo que es un tema coyuntural y se les puede pasar, y pues aunque quisiera darle la razón a esa persona, la saturación y la redundancia están ahí, y tratar de negar su existencia sería como intentar tapar el sol con un dedo. Pero está bien, veamos otro caso para seguir estudiando este periodismo del clic.



Hace aproximadamente un mes, la artista urbana Karol G cambió su estilo y le dijo adiós a su pelo azul. Personalmente, más que una noticia me parece un dato. Curioso, sí, pero dato al fin y al cabo. No es la muerte de Karol G, no es su retiro de la música ni un chicharrón de esos que les encanta cubrir a los tabloides y programas de farándula.


Pero aún así, medios de talla internacional como CNN en español tienen una nota sobre el nuevo color de pelo de la cantante. Si nos vamos a portales locales, encontramos que Infobae, Revista Semana, El Espectador, El Tiempo, El Comercio, entre otros medios de comunicación masiva, tienen sus páginas de farándula repletas con notas relacionadas a este tema. Todos los colores de pelo de la artista, todas las fotos que publicó la cantante en sus redes, etcétera.


Se peca de la misma redundancia que en el tema anterior, creando notas prácticamente clonadas para seguir dándole revuelo a la información; cuando con una nota, máximo con 2, se pudo haber zanjado.


Me parece que mi punto es claro. En su afán por competir en contra de Facebook, Twitter o TikTok, los medios muchas veces producen cantidades exorbitantes de información únicamente para mantenerse posicionados en internet, en detrimento del deber periodístico.


La web llegó para quedarse, por lo que el clic también; pero me gustaría invitar a los periodistas y a los medios a hacerse la siguiente pregunta: ¿no sería mejor volver a ser espacios centrados fuertemente en las historias y la información de calidad?


Por supuesto, este contenido ligero seguirá existiendo, como lo han hecho los chismes a lo largo de la historia. Pero quizá, nutrir a la sociedad con información que le permita aprender y que faculte a cada ciudadano para entender cuáles son los temas que lo interpelan directamente; el por qué lo hacen y cómo lo hacen, a futuro puede concederle al periodismo un puesto bastante prestigioso en la dictadura del clic.


Autor: Jordy León Bejarano


Escrito para Línea Prensa Gescom - El Ágora. Todos los derechos reservados.

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