Corría la tarde del 7 de agosto de 2022, un día soleado en casi todas las ciudades y sectores del país. Y principalmente, al astro brillante, tan desmandado como siempre, no le importó destellar su incandescencia en Bogotá, la capital en la que esta estrella brilla por su ausencia. Esa misma tarde me reuní con familiares y amigos, todos atentos y pegados al exorbitante televisor de la sala. Más que atentos, estaban detallistas y escrupulosos, pues, siendo colombianos, nos era posible presentir cualquier situación inédita en la Plaza de Bolívar: desde algún desliz en la logística, hasta una bala de francotirador incrustada en el cuerpo de quienes en pocos minutos tendrían el alto mando de la violenta nación.
Aunque a algunos les cueste admitirlo, lo que se vivía en ese día era histórico. Gustavo Petro, el máximo representante de la izquierda colombiana, se alistaba para recibir el mando del país. El aire de intriga vivido fue el protagonista en esa tarde; pues, además de ‘tomarle el pelo’ a Petro, puso a más de un colombiano a reflexionar sobre lo que podría desencadenar su nuevo gobierno.
Intentar predecir con exactitud lo que será Colombia en 4 años es improbable, tan improbable -y absurdo- como pensar que Colombia cambiará completamente en este periodo de mandato. Pero gracias a la trayectoria política que ha tenido el actual presidente Petro, es posible deducir pequeñas claves de lo que será su gobierno. Su labor como alcalde de la capital, según el programa ‘Bogotá Cómo Vamos’, dejó cifras positivas (en economía, educación, y seguridad) y negativas (en salud, infraestructura, y su más grande controversia, la crisis de las basuras). Como congresista destacó, puesto que denunció casos de corrupción y parapolítica. Sin embargo, en tiempos de campaña siempre lo han criticado por populista, ya que algunas de sus propuestas suenan apacibles para el oído de los colombianos que vociferan auxilio, pero en realidad, estas son propuestas no fundamentadas que expresan todo lo que un habitante promedio en Colombia quiere escuchar.
Aun cuando haya pasado todo lo que pasó en la vida política del actual presidente, es intachable la preparación que ha hecho año tras año para lograr ser el líder de Estado. Queda en espera, saber si su preparación será consecuente con sus futuras acciones como mandatario.
Cabe aclarar que, todo el que se asigne como presidente de Colombia la tiene difícil. Uribe la tuvo difícil con su enfermo complejo de salvador, brindándonos como solución la fallida y sangrienta seguridad democrática; Santos, con un pasado oscuro que intentó corregir con la realización oportuna y muy criticada del acuerdo de paz, no se salvó de ser uno de los gobiernos en donde reinaba la mermelada; Duque, con su nula experiencia administrativa y el surgimiento de la pandemia, dirigió la fachada de un gobierno fantasioso que no era suyo.
Petro no es la excepción, pues, recibe el país con cifras preocupantes en todos los ámbitos, y adicional a esto, tendrá que gobernar también para el otro fragmento de más de diez millones de colombianos que votaron en su contra. Y si la termina ‘embarrando’, posiblemente no veremos dentro de mucho tiempo otro presidente popular y verdaderamente progresista triunfando en unas elecciones.
En cuanto a la pregunta sobre qué nos deparará, en este mes se ha podido evidenciar en pequeña escala todo lo que nos tendremos que aguantar: noticias falsas producto de malas interpretaciones, una oposición mediocre e incoherente, el fanatismo irracional y peligroso, la toma de decisiones muy cuestionables, y muchas otras decepciones. No obstante, ese aire de intriga que fue protagonista el día de la ceremonia se ha transformado en esperanza. Independientemente de la ideología política que se tenga, a todos nos conviene que al presidente Petro le vaya bien.
Ojalá la esperanza que ha nacido en las poblaciones históricamente excluidas por los ojos miopes del Estado no haya nacido en vano.
Autora: Ana Sofía Ossa
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