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Una llamada inesperada

Por: Yuliana Aguirre Vásquez

 Foto tomada por: Yuliana Aguirre Vasquez.
Marcela a sus 37 años

Foto tomada por: Yuliana Aguirre Vásquez.



Sandra Marcela Vásquez, una joven que con tan solo 17 años tuvo que enfrentarse a la pérdida del padre de su hija y el amor de su vida.


A veces la vida por medio de ciertas señales, intenta decir cosas, a las que normalmente no se les presta atención por estar tan enfocados en el día a día, detalles que hasta pueden llegar a ser supersticiosos.


Así fue como le sucedió a Marcela, una mujer orgullosa de la familia que había formado hace 4 años, junto con su pareja Douglas Aguirre Restrepo, y como fruto de esa unión nació una bebé, quien para ese momento tenía 8 meses.


Ella recuerda el sueño que tuvo la noche anterior a llamada que le destrozaría la vida, “soñé que me estaba casando, con un vestido muy bonito, largo y blanco, entonces recordé el agüero que hay de ese sueño, donde dicen que si sueñas que te casas es que alguien va a morir”, ella lo expresa con una gran tristeza, porque nunca se le pasó por la cabeza que pudiera ser Douglas.


Para esta mujer, la mañana del miércoles 4 de septiembre del 2002, fue particular porque a diferencia de otros días soleados en la ciudad de Cali, ese día amaneció oscuro y frío, como si fuera a caer un aguacero, pero sin importar la amenazante nube gris que se veía en el cielo, Marcela se fue a las clases de natación que su bebé tomaba tres veces por semana.


Su día transcurría de manera normal, al medio día su mamá Elena la recibió con unos deliciosos frijoles, lo supo por el olor que llegó a ella desde la puerta de su casa, aquel exquisito plato que hasta el día de hoy es su favorito.


A eso de las 4 p.m. Marcela salió al parque a darle un paseo a Max, un hermoso lobo siberiano, que era como otro hijo para Douglas, aunque ese era un trabajo que le correspondía a él, por esos días lo estaba haciendo ella.


Al caer la noche su día iba terminando aparentemente bien, se encontraba en su casa, la cual le gustaba mucho por lo acogedora que la sentía, acompañada por sus hermanos Claudia y Jhon, quienes sagradamente a las 6:00 p.m. se reunían a ver “Pandilla, guerra y paz”, también por su madre, pero ella se encontraba en una de las cinco habitaciones de la gran casa, chocholeando a su adorada nieta.


Al llegar casi las 7:00 p.m. Marcela recuerda haber sentido una presión muy sofocante y extraña en el pecho, al decirles a sus hermanos ellos no le prestaron mucha atención, ahora que recuerda ese momento dice que es como si ella hubiera sentido en cierto modo el dolor por el cual él pasó.


Transcurrida gran parte de la noche, ella se acostó con la ilusión de ver pronto a su amado Douglas, quien hacía una semana había tenido que viajar a Medellín por temas laborales, y con quien había hablado en la mañana por medio de un bíper, donde le dijo que viajaría al medio día y que llegaría aproximadamente en horas de la madrugada.


Marcela recuerda algunas llamadas que tuvo con su pareja a lo largo de esos días, pero especialmente la siguiente conversación:


-Hola, amor, ¿Cómo estás?


-Muy bien flaca, ya casi terminando todo acá, para regresarme el miércoles, ¿y la niña?


-Todo bien amor, ya extrañándolo, ¿Al fin dónde se quedó?


-Me estoy quedando en un hotel que se llama “Portal del Rodeo” acá en Itagüí.


-Que bien mi vida, entonces que me le termine de ir muy bien, nos vemos pronto, te amo mucho.


-Yo más flaca.


A eso de las once de la noche entró una llamada al teléfono fijo, el sonido retumbó por todos los rincones de la casa, donde segundos antes sólo se escuchaban respiraciones, las cuales se agitaron un poco con el repentino ruido, la llamada la recibió su madre, a Marcela normalmente ese sonido le gustaba, porque solía ser Douglas quien llamaba por ese teléfono, pero en ese momento sintió una sensación muy diferente.


Doña Elena, quien recuerda muy bien el momento en que le dieron la noticia, dice que al escuchar lo que le decían al otro lado del teléfono quedó paralizada y tiró el aparato, Claudia inmediatamente lo cogió y recibió de nuevo la llamada, cuando esta terminó no dudó ni un segundo en decirle a su hermana lo que había ocurrido, “Douglas tuvo un accidente en la moto, lo cogió una mula por la vía de Tuluá”. Estas dolorosas y determinantes palabras fueron pronunciadas por un trabajador de la funeraria, justo después de haber hecho el levantamiento del cuerpo y haber encontrado entre sus pertenencias el número de la casa.


Marcela recuerda que enseguida de escuchar la impactante noticia, que le cambió la vida, se fue rápidamente para el baño porque sintió muchos cólicos y náuseas, su cuerpo estaba tratando de asimilar lo que ella no entendía, fue tan impresionante la reacción de este, que le bajó la menstruación, cuando no estaba ni cerca de los días que normalmente le llegaba.


Las siguientes horas consistieron en escuchar correr el chorro del baño, no corrían lágrimas, solo agua y más agua, como relató la mamá “ella entró en shock y de una se metió al baño, luego la tuvimos que sacar porque ya llevaba mucho tiempo echándose agua y le hicimos quitar esa ropa mojada”. Luego de esto, se quedaron todos sentados en los rasgados sillones de la sala esperando más noticias.


Lo siguiente que ocurrió, la devolvió un poco a la cruda realidad que aún trataba de asimilar, le dijeron que debía ir a reconocer el cuerpo, y después de mucha indecisión, ella dijo que se quedaba, ya que no tuvo el valor de ir a verlo, porque muy en el fondo de su corazón había una luz de fe, con la que esperaba una llamada donde le dijeran que todo había sido una confusión.


La semana que se volvió una eternidad


De las pocas que hay porque no le gustaban las fotos. Foto de archivo.


Lo que aconteció en los posteriores días al trágico accidente, no fue nada fácil, cada segundo que pasaba era peor que el anterior para Marcela, no le pasaba la comida, no podía salir de la cama, no controlaba ninguna de las lágrimas que salían de sus ojos, aquellos que solo visualizaban a su amor, su hombre alto, con su piel que era como la canela, café y reseca. Allí se la pasaba tumbada en la cama, aun con la idea en su cabeza de que él entrara por la puerta, le agarrara la cara con sus grandes manos para besarla como sólo él sabía y le terminara de contar cómo le fue en su viaje.


Después de que llegó el cuerpo a Cali, lo llevaron a una clínica donde varios doctores trataron de reconstruirlo con puntos por todo su cuerpo, en especial en los brazos y el cuello, para que estuviera reconocible en el velorio; al haber tenido el accidente en una carretera principal, cuando cayó de la moto muchos vehículos de todos los tamaños y pesos pasaron por encima de su cuerpo, dejándolo desfigurado y hasta por partes.


Fueron tres días de seguidos que duró el velorio, no querían dejarlo ir, estuvieron alrededor de 200 personas, entre ellos familia, amigos, y conocidos que lo apreciaban mucho. No podían creer que Douglas Aguirre estuviera muerto, un hombre que era conocido por su nobleza, siempre que podía y hasta cuando no podía ayudaba, al conocido y al desconocido, lo lloraron y lo gritaron hasta más no poder. Marcela por su parte fue valiente, tomó la decisión de verlo en el ataúd, aunque se quería quedar con la implacable imagen que tenía de él, debía hacerlo para salir de ese estado de negación en el que se encontraba.


Entre esos días le llegó una bolsa negra a la casa, nunca supo su procedencia, y hasta el día de hoy no supo quién fue pero sabe que no le hicieron llegar ese paquete con buenas intenciones, en ella estaba la ropa que usaba Douglas el día de accidente, estaba sucia, rota y hasta con pedazos de piel, pero lo más impactante para Marcela no fue eso, lo que la hace desmoronarse por completo fue cuando entre los pocos papeles que quedaron, vio una tarjeta que decía “Hotel Portal del Rodeo”, en ese mismo instante recordó la conversación que había tenido con él hacía unos días y así fue como la vida le demostró una vez más lo que ella le costaba aceptar.


El 11 de septiembre, fue el entierro, antes de ir hacia el cementerio Jardines del Recuerdo, sus mejores amigos hicieron que el carro fúnebre lo llevaría por toda República Israel, detrás de él, venían sus seres queridos en carros, motos y buses; este fue el barrio que lo vio crecer y así mismo debía verlo irse. La última imagen que tiene Marcela de ese día fue el sentido pésame que le dio una amiga muy cercana de él, quien curiosamente meses antes al viaje le había aconsejado que no fuera, luego con el pasar de los años se supo que ella le había leído las cartas a él, y le dijo que no le convenía, en su momento Marcela intentó convencerlo sin saber que él sabía a qué se atenía, pero ambos sabían que el viaje traería buenas cosas para la familia, o eso creyeron.

 

Al pasar los meses, la ausencia se hacía cada vez más grande, no sólo la sintieron sus allegados, también su perro Max, quien al empezar a sufrir de pena moral fue reunido con la otra perrita de Douglas, que vivía en la casa de la abuela de él, pero aun así ambos murieron, no soportaron que su amo nunca más regresara a casa. La niña crecía muy rápido, y fue eso lo que motivó a Marcela a salir adelante, buscar un trabajo, una salida a todo lo que estaba viviendo para poder cumplir todo eso que él hubiera querido para su hija.


Finalmente, no sabemos nunca lo que nos depara la vida, Douglas abandonó este mundo con tal solo 30 años, siempre quedará en la mente de su enamorada, lo que hubieran podido vivir si la vida les hubiera regalado más años, por ello hay que disfrutar cada momento, y a pesar de todo ella siente que esos 4 años se desbordó de amor como nunca, y le dejó un hermoso recuerdo para toda la vida, a Yuliana.


Foto de archivo



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