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¿El hombre por encima de los animales?

  • Foto del escritor: Contenido Línea Prensa - El Ágora
    Contenido Línea Prensa - El Ágora
  • 30 abr 2020
  • 5 Min. de lectura

Entre humanos y animales es evidente que existen diferencias, sin embargo, hoy en día podemos apreciar que no es tanto así, ya que las relaciones entre estos no es simplemente amo y mascota, sino algo más allá de lo normal, no es solo un perro ladrando por ladrar; es algo más. Algo que hace temblar esa potestad del ser humano, derribando su jerarquía y poder sobre las otras especies, ¿Acaso los humanos están por encima de los animales? ¿Será que las civilizaciones como las egipcias, griegas o romanos son prueba de ello?


Según Fernández Armesto, las primeras nociones de jerárquicas entre hombres y animales surgen en en India, especialmente para el primer milenio a.C., con los escritos Upanixades que sugerían la idea del humano dotado de racionalidad y alma. Por esos años, también germina otro concepto de superioridad en la China del siglo s.V.a.C donde se describía sin muchos datos la legítima supremacía del ser humano sobre los animales.


Sin embargo, la distinción entre estos tiene más aires occidentales. Es posible notar esto en la biblia con el Génesis, el cual proclama la soberanía del hombre sobre los animales e igualmente su dominio total e irrefrenable de la naturaleza. Además, filósofos como Aristóteles confirmaron este tipo de jerarquías; de manera que vamos a conocer algunos conceptos que permitan desglosar mejor esta distinción, ya que por oriente y occidente no terminan de convencernos.


Definir el concepto de humanidad parece sencillo, no obstante, cuantas más definiciones son posibles, más argumentos en contra debilitan la particularidad del ser humano entorno a los animales. Muchos criterios radican sus bases en el uso de herramientas, ya que la elaboración de las mismas requiere un proceso cognitivo y creativo superior. No obstante, los primatólogos han puesto esta idea en tela de juicio ante los descubrimientos procedentes de las investigaciones con chimpancés, los cuales desarrollaban herramientas en un cierto grado y han transmitido ese conocimiento a sus descendientes. En 2016, por ejemplo, un equipo de investigadores se topó con algunos monos Capuchinos rompiendo piedras deliberadamente hasta el punto de afilar los bordes de las mismas. Pese a que conseguían aguzar las piedras, sus intenciones no estaban fomentadas para el corte o raspado, solo eran producto de martilleo o, como manifestaban en la investigación, comportamiento de percusión. Por tanto, aunque en un mínimo grado, los animales tienen conciencia a la hora de utilizar elementos que los rodean a su favor.


La primera noción resultó derrumbada a manos de la primatología, pero en los recovecos de las ciencias humanas surge un nuevo argumento de gran calibre, el cual dicta que el lenguaje es una capacidad propia de los seres humanos y al parecer ningún animal iguala aquel dominio lingüístico, aunque para Chomsky la cosa es algo diferente. Según el pensador, el lenguaje no es solo una posibilidad concebida en la mente sino una habilidad inherente en todas las especies. Ya que la ausencia del mismo reduce las opciones de supervivencia, no solo de la fuerza se sobrevive en la naturaleza. Por ejemplo, en el apareamiento de las aves del paraíso, el macho en múltiples alaridos llama a la hembra, con su llegada este exhibe casi en pasarela su hermoso plumaje, aquel que destaca por su color azul, un color brillante e intenso, el cual puede o no atraer a la hembra. Finalmente en ese cortejo la hembra decide si el macho es o no apto para el emparejamiento. De esta forma, se evidencia que desde el apareamiento existe un proceso lingüístico, dado que los colores, gestos y llamados del macho revelan un hecho comunicativo necesario para perpetrar la especie.


El camino a clasificar lo humano y no humano se hace más y más angosto, entorno a la cultura y transmisión de saberes, ya que tenemos entendido que los seres humanos no terminan siendo los únicos en capacidad de manifestarlo. Quizás la organización social sea un punto a favor, sin embargo, ballenas, delfines y chimpancés muestran también la conformación de organismos socialmente complejos. Además, con el avance en el campo de la genética se nota la similitud en un 95% entre Primates y Humanos; en otras palabras, somos hermanos separados al nacer. No obstante desde Suiza, con aroma a francés Jean-Jacques Rousseau nos dice algo muy interesante que tal vez puede sacarnos de esta encrucijada.


Para Rousseau, la manera en que concebimos la muerte permite que la brecha entre animales y seres humanos se cierre, pues nosotros reconocemos el estado y gravedad de la misma, tenemos presente que la muerte de una persona sea o no cercana es significativa, ya que nuestras emociones y afectividad posibilitan que interpretemos esta clase hechos. Sin embargo, en redes circulan una gran variedad de videos donde se puede notar como perros, caballos y hasta aves vociferaban alaridos de dolor y tristeza tras la muerte de sus dueños.


Por ende, es imposible separar al ser humano de su naturaleza y los otros seres vivos, ya que no tiene ningún indicio de superioridad ante ellos. Sin embargo, es mucho más inaudito pensar este tipo de cosas, sabiendo que existieron personas como Albert Einstein que levantaron enormes edificios, que comprendieron en un mínimo sentido el universo, que enviaron sondas a Marte o que cuestionan la existencia de un dios, todo creador y poderoso. Entonces, ¿por qué no somos diferentes a los animales? ¿Qué pasa?


Realmente sí nos distinguimos de las otras especies, y es en cada ámbito. Por eso somos el ser perfecto, único e irreparable. El humano es un uno en todo, pues posee la cultura, emocionalidad y conciencia que las especies tienen, pero solo con la distinción de estar un paso más adelante de la evolución. Y esa distinción a mi parecer yace en la reflexión y el lenguaje; como he dicho anteriormente es necesaria la capacidad lingüística, ya que a partir de ella nos comunicamos y transferimos experiencias y conocimiento de generación en generación, y si sumamos a esto la capacidad reflexiva que ha desarrollado el ser humano, podemos encontrar una fusión indudablemente fuerte. Esa reflexividad tan bien desarrollada y unida al lenguaje, nos permite dar sentido al mundo, a nosotros mismos y las personas que nos rodean. Por eso el amor se pinta de rojo, existe la religión y tenemos de cultura en cultura diversos valores y normas.


Reflexionar a través del lenguaje ha permitido que inventemos sistemas lingüísticos sumamente complejos, como el alfabeto o las matemáticas. En nuestra sociedad yacen símbolos que reflejan ideologías elaborados por el humano, tanto así que la muerte o la vida tienen valores simbólicos. Por tanto, es imposible creer que los animales puedan asemejarse a una especie como la humana; no obstante eso no quiere decir que los privilegios y soberanía nos cobijen, al contrario, como seres humanos estamos en la responsabilidad de pensar: ¿qué trato debemos dar a los animales? Convivimos en un mismo lugar, no estamos solos, puede que ya no rondamos la naturaleza como antes, pero sí tenemos conciencia de la existencia de ella y sus seres vivos, por ende, la obligación es reconocer la importancia de los animales y respeto que debemos tener hacia ellos.


Por: Carlos Pineda

 
 
 

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