Me escondí,
durante años,
meses, días, horas;
debajo de una cicatriz.
Cicatriz que me recuerda
dolor, llanto y sangre
brotando de mi piel,
al punto de ver mis propios poros
por toda mi pantorrilla izquierda.
Me escondí, debajo de esos jeans
sin rotos, lisos y sin ninguna gracia
Me escondí de mi verdadera yo.
Esa yo que quería comprar
con locura shorts, faldas y vestidos
por montón.
Esa yo que quería tocar el cielo,
saltar, caminar y sentir
esa brisa fresca
pasar por mis piernas.
Esa verdadera yo,
la estaba perdiendo.
Estaba vagando por un mar muerto,
en donde solo me importaban
los millones de estereotipos.
Pero salí. Salí de ese mar muerto,
de ese mar lleno de sal
que me carcomía el alma
cada vez más.
Busqué por años, mi agua dulce.
Busqué por días, mi yo perdida.
Busqué por horas, eso que tanto anhelaba.
Y encontré una cicatriz.
Una cicatriz curiosa
en forma de corazón
que me gritaba
¡ámate carajo!,
¡disfruta esas piernas!
y, por último
¡muéstrale al mundo
tu gran cicatriz con orgullo!
Por: Catalina Escarria
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