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Inteligencia emocional, el punto de partida

  • Foto del escritor: Contenido Línea Prensa - El Ágora
    Contenido Línea Prensa - El Ágora
  • 30 abr 2020
  • 4 Min. de lectura

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Pensamientos abrumadores rodean día y noche una mente agotada, un cuerpo débil y un espíritu flagelado por el yugo de un costal lleno de cargas emocionales que ocasionan enfermedades mentales, vicios y en el peor de los casos, el suicidio.


La escasez de estabilidad y salud psíquica predomina en la insuficiencia académica. Según un informe dado por la OMS, las enfermedades mentales, principalmente la depresión y los trastornos por consumo de alcohol, el abuso de sustancias, la violencia, las sensaciones de pérdida de la conciencia y diversos entornos culturales y sociales; constituyen importantes factores de riesgo de suicidio, los cuales han aumentado consideradamente.


En la actualidad, una persona que padece de tristeza es comúnmente vista por la sociedad, y se cree que es una situación que no requiere de atención, pero, ¿cómo diferenciar cuando una persona padece de tristeza o depresión y cuándo debemos encender las alarmas?


La tristeza es un sentimiento pasajero, este surge a partir de los conflictos que vivimos internamente y de las circunstancias difíciles de las que parece imposible escapar. ¿Debemos prestar atención a la tristeza que manifieste un amigo o un ser cercano? Cuando la tristeza sobrepasa un límite de tiempo y comienza a afectar nuestra salud, nuestro diario vivir, nuestro comportamiento y la forma de comunicarnos con los demás, hablamos de depresión, de tal forma que requiere de atención profesional.


El ejemplo más común, es cuando los jóvenes se sienten sofocados por la carga académica que se maneja en la educación superior y sus sentimientos se encuentran confundidos. La presión de la universidad con la inestabilidad emocional empieza a disminuir su rendimiento académico, social y laboral (en casos particulares), de tal manera que sus preocupaciones aumentan pensando en primera instancia en no ocasionar el sentimiento de decepción a sus patrocinadores con calificaciones bajas, pero la presión de no saber qué hacer, ni cómo actuar puede resultarles angustioso, hasta que llegan al punto de quiebre, se fragmentan, pierden la cordura y toman decisiones erradas en su afán de hallar la manera para erradicar el problema que no deja su mente en paz, y así poder centrarse o acabar con todo definitivamente, incluida su vida.


Generalmente, el estrés tiene influencias negativas en las actividades diarias, las consecuencias que esta deficiencia pueda traer varía dependiendo el ámbito en el que se desarrolla cada persona. El desarrollo hormonal, niveles de atención y desorden de sueño, son algunas consecuencias que tiene esta alteración. Los principales factores son la postergación de actividades o la organización del tiempo, pues tendemos a vernos sofocados ante la presión.


Al encontrarse en esta situación, los jóvenes buscan aliviar la presión desempeñando otras actividades como los son el deporte, la música, la lectura, entre otras. Cuando se acumulan sus deberes académicos se sienten frustrados, en su mayoría, por no poder cumplir a tiempo o satisfactoriamente sus obligaciones, junto con las actividades que desean hacer fuera de estas; comienzan a experimentar un caos interno e insatisfacción con la vida que están sobrellevando.


En una encuesta realizada a estudiantes universitarios, esto fue lo que declararon:


“El estudio, las responsabilidades, situaciones en mi casa, el perfeccionismo, me producen un bloqueo mental. El estrés me hace ser una persona irreconocible, a veces afecta en mis relaciones personales...”


“El estrés afecta la concentración, a veces siento que no tengo dominio sobre mis problemas y los oculto porque no quiero que las personas se molesten por mi…”.


“Manejar tantas cosas al mismo tiempo me produce estrés, interviene mucho en mi vida académica, me genera mucha ansiedad”.


Por esto, es pertinente que cada empresa y organización educativa invierta recursos en estudio de causas y consecuencias que ayuden a regular y a crear técnicas de prevención a aspectos como este, que pueden llevar a extremos casos y fatales decisiones con el fin de mitigar la carga o acabar con los problemas de salud mental.


Las tasas de suicidio más altas se encuentran en países que no cuentan con suficientes ingresos, esto se debe a que estos países tercermundistas no consideran importante invertir financieramente en contratación de trabajadores especializados en la salud mental, que se encarguen de capacitar a la comunidad y brindar seguimiento a las personas que han tenido intentos de suicidio previamente; teniendo en cuenta que el factor de riesgo más fuerte del suicidio es un anterior intento de suicidio.


Según un artículo de la OMS, hay indicios de que por cada adulto que murió por suicidio puede haber más de 20 personas intentando suicidarse.


La movilización de millones de personas en redes sociales #WORLD SUICIDE PREVENTION DAY, hizo una invitación al mundo entero: “El 10 de septiembre es el Día Mundial de Prevención del Suicidio, usted puede marcar la diferencia. Tómate 5 minutos para involucrarte y serás parte de un movimiento nacional para salvar vidas.” Es hora de que todos, sin excepción alguna, seamos constantes y nos sumemos.


En la actualidad, son pocos los gobiernos que cuentan con estrategias de prevención y ante esta precariedad, el llamado es a actuar de manera consciente y positiva a cultivar la paz interior.


Por: Valeria Hurtado

 
 
 

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