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  • Jordy León Bejarano

Oxitocina


Fórmula química de la Oxitocina - Foto: Psicología y Mente


Me la he topado muchas veces. He caminado por sendas diversas y distintos destinos, pero ella siempre me encuentra.


A veces, la reconozco de inmediato. Y en otras ocasiones, no la veo hasta que ya he vuelto a caer como un perro a sus pies.


No obstante, el reconocerla o no, realmente no hace ninguna diferencia; pues yo siempre termino perdiendo ante ella, lo quiera o no lo quiera.


Cuando la conocí por primera vez, llegué a sentir que sin ella no podría vivir. Desde que la sentí, automáticamente pensé en que no quería sentir otra cosa hasta el día en que muriera.


Pero Cupido, que no ha aprendido a utilizar el arco aún cuando lleva practicando desde la era mitológica, me tuvo tres años tras ella embelesado hasta que le perdí la pista.


Cuando la volví a encontrar, congenié con ella casi al instante. Nos conectamos como dos piezas de un rompecabezas que embonaban a la perfección; o al menos, eso era lo que creía yo.


Más temprano que tarde, entendí que la había estado malinterpretando todo el tiempo. Traté de disculparme con ella, pero nuestro lazo ya se había quebrado.


La tercera vez que la conocí fue muchísimo más fugaz. En aquella ocasión, pude probar el dulce néctar de sus labios, pero desapareció antes que pudiera acostumbrarme a su sabor.


El cuarto encuentro marcó un antes y un después en nuestra relación. Esta nueva versión de ella era desafiante, determinada; y tenía una voz que me enloquecía.


Volverme adicto a ella fue algo instantáneo, aunque esa nunca fue su intención. Pero yo enloquecí, e hice cuanto pude para atarme a su vida.


Por supuesto, de las obsesiones nunca sale nada bueno. Pude mantenerme cerca durante dos años, hasta que pasó lo inevitable. Terminé por alejarla.


En ocasiones, aún me la encuentro. Ya no me hace sentir lo mismo, pero recordar las cosas que la alejaron de mí, no me permite volver a acercarme, ni siquiera para ser su amigo.




Y luego está esa versión de ella, la que sigue siendo ella. Es dulce, apasionada, sensible y su sentido de justicia es superior al mío. Al tratarla, he querido demostrarle que he aprendido de nuestros encuentros del pasado, pero cuando la tengo en frente, vuelvo a ser el idiota de las otras cuatro ocasiones.



Ella, por su parte, es la versión que tiene todo lo que siempre he deseado. Pero, no puedo evitar pensar que ella es la correcta y yo soy el equivocado.


Sea como sea, nunca he entendido este juego. De cinco intentos, cuatro han sido metidas de pata monumentales y siento que yo mismo he saboteado mi baraja para el quinto.


Me la he topado muchas veces. Pero, siempre que se va, no puedo evitar pensar ¿y si esa fue la última? ¿Y, si fuera ella?


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Esquirla explicativa: de acuerdo con el sitio web Psicología y Mente, “Se dice frecuentemente que la oxitocina es la sustancia responsable de que exista el amor (...) Los niveles de oxitocina aumentan cuando hay que reconocer caras familiares. También aumentan al mirarse a los ojos con seres queridos, tiene un papel a la hora de recordar a miembros del propio grupo y, en general, es segregada en cantidades relativamente grandes en situaciones relacionadas con el amor y el apego”.


Autor: Jordy Bejarano


Escrito para Línea Prensa Gescom - El Ágora. Todos los derechos reservados.



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