Una noche con Sergio Alexandrovich
- Contenido Línea Prensa - El Ágora
- 30 abr 2020
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Al llegar a la pizzería fue fácil elegir una mesa, escogimos la más cercana a la calle, donde el aire, el ruido de la gente y el buen ambiente del parque del perro a las 10:30 pm nos podía contagiar de su buena energía. Todo fue risa de principio a fin, hasta las disculpas de Sergio por citarnos tan tarde, porque una de las grabaciones para el evento del Festival Internacional de Cine en Cali (FICCali) lo tenía comprometido durante todo el día. Hablar con Sergio Alexandrovich produce la misma frescura que escuchar música, pues su buen sentido del humor, extroversión y la facilidad que tiene para romper el hielo, convierte un tiempo con él, en una mezcla de chistes, sarcasmo político, música y arte.
Entre risas le pregunto lo que más me causa curiosidad por ahora ¿De dónde viene su apellido?
Mi apellido es ruso. Mi abuelo llegó con su familia de Rusia, ellos eran judíos y tuvieron que irse de su país por la guerra, pero cuando mi abuelo llegó a Colombia, conoció a otra mujer y tuvo hijos fuera del matrimonio. Mientras que la esposa no sabía, los no deseados por ella, entraban a la casa haciéndose pasar por amigos y ellos eran los hermanos. Siempre estaban ocultándolos, tanto así que mi papá obtuvo el apellido a los 12 años, porque el director del internado donde él estudiaba, presionó para que mi abuelo se lo diera.
¿Te ha traído beneficios tu apellido?
Sí, claro. En el colegio todos me reconocían por el apellido, a veces yo iba caminando y gente que yo no conocía me saludaban, me reconocían porque vendía videojuegos, me gustaba estar por ahí “faroleando” y jugaba Baloncesto con los de once, que me decían Jordancito.
¿Y por qué Jordancito? ¿Jugabas muy bien?
A mí me fue muy bien jugando, a pesar de que estudiaba en un colegio más cultural que deportivo (que era Comfandi), allá practicaba baile de Cumbia, xilófono y flauta, ahí fue cuando la música se pausó en mi vida, porque encontré algo que me gustaba mucho y era el baloncesto. Me dediqué a jugar este deporte al cien por ciento, y como era chiquito, trigueño quemado por el sol y jugaba bien, me apodaron Jordancito.
¿Nunca intentaste seguirlo profesionalmente?
Si yo hubiera estudiado en una Universidad como la Autónoma, hubiera podido seguir con el baloncesto, pero yo estudié en la Academia de Dibujo Profesional, allá había microfútbol, tenis de mesa y capoeira.
Me dices que siempre has sido muy deportivo, ¿Continuaste con alguno de esos deportes?
Entré a capoeira, porque alguna vez lo había practicado, pero luego se acabó y me metí a futbol, pero había una rosca ni la “hijuemadre”, tanto así que los días del partido nos dirigía era un pelele que nos decía “Vayan a ver quiénes van a entrar, ya vuelvo”, dije “¿Qué es esta recocha?” y no volví. Yo soy bastante competitivo, con el deporte que no me pongan a recochar.
Además del baloncesto ¿Qué otros deportes te gustaban?
De todo tipo. Yo me acuerdo que mi mamá me regaló mi primera bicicleta a los 3 años, también tuve patines y como siempre he vivido en San Antonio, yo me tiraba por esas calles y en una de ese dije “esto no va a parar” y me fui de culo, y ahí quedó, si tenía algo, hasta ahí llegó.
Luego tuve una bicicleta más decente, de esas BMX, yo era el chico Rocket Power que tenía monopatín, skate y patines. Además, que en la unidad de Dos Quebradas habían canchas de futbol, baloncesto, tenis, y hasta varias piscinas. Yo llegaba del colegio y ni siquiera me quitaba el uniforme para jugar.
Cuando dijiste que habías pausado la música, ¿En qué momento volviste a retomarla?
Fue cuando entré a estudiar diseño multimedial, además yo salí del colegio como diseñador gráfico porque era un colegio técnico, y en esa carrera terminé dedicándome a lo audiovisual. Alcancé a vivir mucho tiempo de hacer páginas web, aplicaciones y demás, pero me mamé hasta cierto punto porque me cambiaron el lenguaje de programación y dije “la chimba no voy a volver a hacer esto”. Y estando estudiando Diseño Multimedial, había un módulo que se llamaba Audio Digital, fue ahí cuando me volví a enganchar con la música como en el año 2010, cuando ya tenía 19 años.
Fueron 6 años sin música, pero nunca te dejó de gustar ¿Alguna vez pensaste en olvidarte de ella?
No, de hecho, mi primer ensayo para entrar a una banda fue un chiste, porque yo no había tocado nunca batería y si lo había hecho era por ahí a los 15 años. Pagué “ensayadero” para tocar batería y en mi casa terminé dañando la batería de ollas de mi mamá. Entonces fui a presentarme, yo tocaba lo que escuchaba y cuando terminé me dijeron que tocaba muy bien, yo dije “Por aquí hay algo” y me empecé a adentrar más en eso.
En abril del 2011 monté mi sala de ensayo en San Antonio. Luego estudié música en 2012 y como descubrí que soy bueno para cantar, decidí estudiar el canto para mejorarlo y terminé graduándome de Cantante de música. Participé en unas cuatro bandas y al final me dediqué a Biofonic, que es mi banda actual.
¿Cómo describirías a Biofonic?
Biofonic es latín metal experimental. Es como una arepa, la arepa es el metal y usted a la arepa le hecha lo que quiera. Hay canciones de Biofonic que tienen metal y tienen chalupa, que es como salsa peruana. Hay otra canción que tiene un swing y tiene un reggae, tiene cosas chéveres y bailables. El que no es metalero, o que es metalero, pero le gustan otras cositas, le gusta esta vaina.
Además, otro elemento que tiene la banda es la letra, estas se relacionan con las vivencias. La más conocida es “Dancin in the baile” que es de un man que no baila y se cruza con una vieja que lo saca, pero ella no baila un culo, entonces él dice “¿Qué hago con esta vieja?”, y pues ahí se va desarrollando la música.
Últimamente haz estado más concentrado en la fotografía, pero entre la música y lo audiovisual ¿Cuál de las dos te apasiona más?
A mí me gustaría vivir de la música, es decir, componiendo, haciendo lo mío, no lo de otros, pero ahí hay una vaina que es algo muy complicado. Incluso el reguetón que está tan de moda, el mercado está saturado. Con Biofonic, llevo dos años sin presentarme porque el año pasado viaje durante todo ese tiempo con agencia nacional de seguridad vial, viajando y tomando fotos, y el ultimo trabajo que tuve fue aquí y en santa marta, trabajé con Silicon Valley, pues las labores me empezaron a quitar el tiempo.
Por: Mariana Martinez y Valeria Rojas
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