Una pequeña tormenta
- Contenido Línea Prensa - El Ágora
- 30 abr 2020
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La noche escaseaba de estrellas…
El cielo estaba despejado, a excepción de un par de atrevidas nubes que abrazaban por la espalda a la luna.
Una carretera perdida y abandonada, fue testigo de los amores más brillantes que una noche tan árida y fría como esa podría presenciar. Mis manos se convirtieron en su fogata al igual que mis brazos en su refugio, le veía y a veces él a mí, lo abrazaba sin poder creer que por un instante era lo más preciado que pudiera sostener. Sus ojos, sus ojos encerraban un sol de invierno, tan esperanzador y distante, y sus labios, sus benditos labios que podrían contenerme en ellos una eternidad entera.
Entre la brisas frías, su tenue voz viajaba como velero en una tormenta, resonando por mis oídos hasta llegar a mi pecho; mi corazón parecía ser tocado al son de sus dulces manos acariciando las mías, por un instante en mi ajetreada vida todo estaba en perfecto orden y paz, por un instante en aquella noche, sin más estrellas que las que él tenía en sus ojos, en ese instante me permití volver a soñar y sentirme vivo.
Por: Gregory Montenegro
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